Para aquellos que decidieron caminar sin rumbo fijo y aterrizaron en un lugar como éste. Aquí tenéis vuestro sitio.

domingo, 26 de junio de 2011

Gredos y el pechiazul - FINAL

Proseguimos con la última parte de nuestra excursión a Gredos. 

Estábamos a punto de coronar la parte más alta de nuestra ruta cuando pudimos ver algunos neveros parcheando la cima.


Nieve en Junio





Llevamos cerca de cuatro horas caminando, sin prisa pero sin pausa, de vez en cuando haciendo alguna que otra foto. Empieza a asomar el circo glaciar a lo lejos y el hambre azuza al estómago y a las ganas de llegar al refugio Elola.



Antes de iniciar el descenso para poder refrescarnos con el agua de la laguna, podemos ver más pajaritos.






Mirar con los prismáticos se convierte en una costumbre. Para buscar cabras montesas a lo lejos vienen muy bien. Otras veces andan más cerca de lo que parece.


Mira que te mira




Y  con ellas de protagonistas, ¡comienza el espectáculo! 























Eran cerca de las tres cuando empezamos a sacar las viandas y comer a la sombra del techado del refugio. Lo peor vendría después, cuando, deshaciendo camino, había que subir todo lo que bajamos antes. I-N-D-E-S-C-R-I-P-T-I-B-L-E... de lo más duro... hay que estar allí y pasarlo para hacerse una idea... vimos montañeros experimentados que sufrían bastante y les costaba lo suyo.


Disfrutar del paisaje, sentir el agua (helada) de la laguna, ver nieve en un Junio de los más calurosos que se recuerdan, patear campo durante nueve horas, hacer fotos sin parar, sorprender a un precioso pechiazul, observar la escalada libre de varios grupos de cabras montesas, comer una empanada gallega y queso a la sombra, maldecir una y mil veces cada una de las piedras que están en el camino, mojar la gorra en cada riachuelo que encuentras, pasar mucha sed, dejar correr muchos pensamientos, acordarnos de muchas cosas, ver escribanos, alcaudones, buitres, lavanderas, dar ánimos para que terminasen la senda a unos niños que vemos en el camino, saludar a todos los senderistas, acariciar a una pobre libélula, escuchar una sinfonía acuática de ranas digna del mejor Handel, sentir las ráfagas de aire fresco que llegan sin avisar, son algunas de las cosas que hacen merecer la pena el agotamiento con el que despedimos el día.


Coger el coche a eso de las 19:00, deshacerse de las botas y decir adiós a Gredos mientras suena "Over the hills" de Nightwish, arrancar y de reojo mirar de nuevo esas montañas, son las últimas cosas que hicimos.


Toda una experiencia, sin duda. Lo mejor, estar aquí contándola.




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