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jueves, 29 de marzo de 2012

Una estampa manchega

Toca acordarse de aquellos veranos por tierras manchegas contemplando campos bañados en oro, donde los girasoles van tornándose en su afán de crecer. 

Tierra lustrosa de Quijotes quebrados, anclados a una vida labriega, las hazañas de cada uno dan a su memoria los talentos más insospechados y sublimes.

Aquellos niños de entonces, de sonrisa mellada, de ilusiones intactas, íbamos recorriendo sus calles llenas de paisanos. Algunos éramos los forasteros, pero siempre estábamos en nuestra casa. 

Echo de menos muchas cosas que dejé por allí... difícil repetir aquí cada una de ellas. Sentarse al fresco a charlar con sus gentes, jugar en la calle hasta las mil, ver la dureza de la vida en sus miradas... descubrí tanto, tanto, tanto... por mis queridas tierras manchegas...   



En el recuerdo, SIEMPRE, para todas sus gentes.








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