¿Alguna vez has soñado con tener un amigo especial? ¿Muy muy especial? ¿Y si ese amigo es un robot de más de treinta metros de altura? Pues eso es lo que le sucede a Hogarth, un chaval de Maine que vive con su madre y que, atraído por la caída de algo que parece un meteorito, una noche se adentra en el bosque...
Pero aunque entre el Gigante de Hierro y Hogarth se forma poco a poco una gran amistad, en la que el niño enseña y se convierte en la brújula moral de quien muchos tomarían por una máquina sin alma, los problemas no andan lejos. El Gobierno se interesa por lo que cree que puede ser un invasor hostil de otros planetas, y claro ¿cómo escondes a alguien de semejante tamaño?
"El Gigante de Hierro" es una película antigua según los cánones actuales (que consideran "antiguo" cualquier cosa con más de dos años). Pero quedarse con ese único dato sería perderse una gran película. La manufactura es impecable, y además, como los verdaderos dibujos animados (animación dibujada fotograma a fotograma, sin efectos de ordenador). La historia es maravillosa y engancha desde el principio. Resulta imposible no enamorarse del grandullón de hierro, y el final resulta simplemente conmovedor. Si tenéis ocasión de encontrarla en alguna tienda o biblioteca, no dejéis de verla.
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