No teníamos planes, no sabíamos cómo llenar la tarde. De refilón, nos enteramos que Saniclown -una asociación de payasos de hospital sin ánimo de lucro- organizaba una gala en el Teatro Circo Price, y un poco "in extremis" conseguimos entradas. ¿Y adivináis qué? Fue una tarde realmente espectacular.
Llevábamos mucho, pero que mucho sin ir al circo. Pero vamos, que décadas, sin exagerar. Lo de ayer fue como entrar en otro mundo. Sentarte en tu sitio cuando la carpa aún está vacía (porque aunque sea el interior de un edificio, es "la carpa" y siempre lo será), con esa maravillosa sensación de expectación, de qué ocurrirá... Y luego una preciosa y conmovedora introducción que nos acerca al día a dia de un niño hospitalizado. Y luego la aparición del jefe de pista (Dios, Wilbur, tienes carisma por toneladas) haciendo que el espectáculo comience de verdad. Y luego...
Pero en serio, nada de lo que os digamos hace justicia. Fueron casi dos horas y media de reír, llorar, gritar, estar con la boca abierta, asombrarse. Pura magia. Habíamos olvidado lo que el circo podía llegar a ser. Quizás en la cabeza teníamos (como puede que os pase a alguno de vosotros, lectores) que el circo es solo para niños, que no es más que dos o tres números facilones de entretenimiento... Falso. Incorrecto. El circo es un espectáculo llevado a cabo por profesionales de cabo a rabo. Las acrobacias y números de prestidigitación llevan detrás una cantidad monstruosa de horas de ensayos y disciplina. El trabajo de los payasos y el jefe de pista necesita un dominio del espacio, de la voz, de la psicología del público tremendamente exigente. El tempo de los números está estudiado al milímetro. Cualquier cosa que te parezca una improvisación no lo es. Y encima, en una gala como la de ayer, todo ocurrió por la mejor de las causas.
Si tenéis oportunidad, asistid a espectáculos futuros de Saniclown. Entrad en su web si queréis informaros sobre esta asociación y colaborar para que los chavales ingresados en hospitales puedan disfrutar de la magia del circo en sus habitaciones. Y nunca dejéis de ser lo bastante niños como para disfrutar de algo así. Como dijo Wilbur, el jefe de pista, "la vida son dos días, y uno de ellos llueve. Pero el otro, el otro es el que importa."
Esperando a que empiece la magia |
Una tarde única |
Nuestra nariz de payaso ¡con mensaje! |
Terminando el día entre conejos de luz |