Acabamos de regresar del pueblecito de Briones, en La Rioja, donde este fin de semana se han celebrado jornadas medievales. Por ello decidimos hacer un pequeño viaje en el tiempo y presentarnos allí para ver qué se cocía, y de paso nos aireábamos un poco y conocíamos lugares nuevos.
¿El balance de la experiencia? En conjunto, muy positiva, aunque hay un par de puntos que no fueron tan buenos, y que comentaremos después. Pero vamos primero con lo bueno. Briones es un pueblo perfecto para retrotraerlo al medievo, y todos se esfuerzan en hacer creíble esta recreación. Las calles se engalanan con estandartes, los habitantes se disfrazan con trajes de época, los portales se convierten en herrerías, carpinterías, talleres de hilado, alfarerías... Hay muy buen ambiente, en general, aunque hay vecinos que simplemente se limitan a llevar ropas medievales, y otros que se meten más en su papel ¡un inquisidor nos acusó de brujos, y tuvimos que recitar un padrenuestro para probar que no estábamos endemoniados! Mola, mola.
Además, hay diversos espectáculos que tienen lugar en la plaza del pueblo: danza oriental, exhibiciones de cetrería, música popular ¡y torneos! Profesionales vestidos con armaduras completamente reales (las armas también lo eran, aunque por motivos obvios no estaban afiladas) se batieron en duelo, jaleados por la multitud. Espectacular, y con mucho mérito, teniendo en cuenta que las armaduras pesaban entre veinticinco y cuarenta kilos ¡Uf!
Y no podemos dejar de citar que, al final del día, pudimos escuchar a nuestro grupo de música celta favorito: Kinnia, que ya conocíamos de un par de conciertos antes, y los cuales nos deleitaron con temas como "The Road" o "Grace O'Malley" (¡nuestro favorito!).
Los puntos no tan buenos en realidad no tienen que ver con la organización del evento. Uno de ellos fue el tremendo y devastador calor que nos tocó pasar, en lo más álgido de la ola que azotaba el país. Si no bebimos cinco litros de agua, no bebimos ninguno. Los pobres caballeros tenían que estar cociéndose en sus armaduras... Eso, y el hecho de la enorme cantidad de gente en el pueblo, restaban algunos puntos al disfrute. Entendemos que a los del pueblo les viene genial que vaya tanta gente, por supuesto, pero desde el punto de vista del visitante, es un poco agobiante, y dificulta cosas como encontrar un sitio donde comer, aparcar o siquiera sentarse.
Pero en conjunto ha sido una jornada maravillosa, y animamos a nuestros lectores a que consideren la idea de pasarse por allí el año que viene, cruzando los dedos para que no coincida con otra ola de calor. Para poneros los dientes largos, aquí van unos cuantos vídeos y fotos...
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