El verano es una buena época para los aficionados a mirar las estrellas. Por un lado, disponemos de más tiempo libre, y por otro, las noches estivales tienden a ser más despejadas y apacibles, invitando a trasnochar un poco si tenemos la suerte de estar en un sitio con poca contaminación lumínica.
De entre todas las maravillas que nos ofrece el cielo nocturno, quizás la más notable es la contemplación de la Vía Láctea, nuestra querida galaxia, en la cual ocupamos un modesto espacio cerca de la periferia de uno de sus brazos. Es por eso que en el cielo la vemos como una especie de sendero de estrellas brillantes, y, privilegiada posición la nuestra, podemos echar un vistazo a las demás estrellas y galaxias que están más allá de los límites de la nuestra.
Para disfrutar bien de esto, lo ideal es alejarse de las grandes ciudades, buscar sitios oscuros preferiblemente en entornos naturales. Sin necesidad de telescopios podremos verla, e incluso distinguir algunas de sus zonas. Por ejemplo, mirando al sur encontraremos una zona de la Vía Láctea algo más brillante que el resto: hacia allí queda el centro de nuestra galaxia, donde, por cierto, parece ser que existe un gigantesco agujero negro. Si además disponemos de unos prismáticos y los dirigimos hacia allí, veremos cúmulos abiertos y globulares, y
regiones del universo donde están naciendo estrellas, como la nebulosa de La Laguna (M8),
Trífida (M20) o el Águila (M16).
Así que ya sabéis, os invitamos a acercaros a un sitio tranquilo, sin farolas, donde podáis tumbaros tranquilamente sobre el césped y dirigir la vista al cielo, y disfrutar de un espectáculo grandioso, único y, nunca mejor dicho, estelar.
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