La entrada de hoy la dedicamos a uno de los gigantes matemáticos de la historia: Leonhard Euler. Hemos dicho "gigante", pero habría sido mejor decir "Cíclope de las Matemáticas", que fue como lo apodó Federico el Grande de Prusia, porque para entonces este genial suizo se había quedado tuerto de un ojo.
Pero su defecto de la vista no fue impedimento para su productividad. Euler llegó a publicar libros de enorme calidad científica al ritmo de 800 páginas por año, haciendo sus pinitos también dentro de campos como la física o la anatomía humana (escribió ecuaciones diferenciales que describían la circulación sanguínea).
No acaban aquí las curiosidades en la vida de Euler. Su memoria prodigiosa era capaz de recordar los cien primeros números, junto con sus cuadrados y sus cubos. Inventó un pasatiempo precursor de los actuales sudokus, estableció los cálculos que sirvieron posteriormente para el descubrimiento de Neptuno y a los veintiocho años resolvió en tres días un problema de astronomía que según los expertos requería varios meses de esfuerzo.
Hacia el final de sus días, Euler terminó por quedarse completamente ciego. Y aún así no paró: siguió dictándole sus trabajos a su hijo mayor ¡Eso es amor al arte!
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