"Jesucristo Superstar " ha sido una de esas películas que marcaron una época. Ya fuera por ser algo totalmente distinto al resto, al buen hacer de los actores, a la estupenda banda sonora o a un poco de todo, se labró por sí misma un lugar entre los clásicos. En ella veíamos a un grupo de jóvenes hippies representar la Pasión de Cristo, una propuesta atrevida y llena de energía.
Pues bien, cuarenta y cinco años después llega a nosotros el musical de la película. Y con el mismo Ted Neeley como protagonista. Es verdad que hoy en día parece que puede hacerse un musical de casi cualquier cosa, pero no vamos a juzgar más que lo que que hemos visto y vivido.
Y decimos "vivido" porque el musical de "Jesucristo Superstar" está en otro nivel de experiencia. No solo se escucha y no solo se ve. Y por supuesto, no importa el credo de quien lo vea, porque es una historia universal, interpretada y contada a su manera, quizás, pero totalmente espectacular. Fiel a la obra original hasta el último detalle (salvo por el hecho de no representarse en un desierto, claro está, sino en un escenario maravillosamente aprovechado) las canciones se suceden con un ritmo frenético, con coreografías que quitan el hipo y voces que te clavan a la butaca. Y en cuanto al protagonista... uno llega a olvidarse que le separan cuarenta y cinco años de aquella interpretación de su juventud, porque el chorro de voz que despliega en el clímax de Getsemaní sobrepasa todas las escalas.
En resumen, una experiencia espectacular e imprescindible, que no desmerece para nada la película precedente.
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