Hoy nos hemos levantado con una noticia bastante grata: la asignatura de Filosofía vuelve a ser obligatoria en Bachillerato. Puede parecer algo intrascendente, pero detrás de esto está el convencimiento de que la Filosofía es algo tan importante (como las Matemáticas o la Lengua) que no puede ser reservado solo para los que sigan un determinado itinerario académico.
Y es que, aunque comprendemos la necesidad de especializarse, la división entre "Ciencias" y "Humanidades" siempre nos ha parecido que tiene un carácter limitante. Alguien que quiere dedicarse al derecho ambiental debe tener una buena formación en ciencias, y cualquiera que se entregue profesionalmente a las ciencias puras debe tener una buena formación lingüística y humanística. Ceñirse a estereotipos sin sentido solo conduce a periodistas que cubren chapuceramente noticias en el ámbito médico o ecológico, o científicos que son incapaces de escribir sin cometer faltas de ortografía o que carecen de la más elemental cultura clásica. Además, aprender materias "fuera del ámbito propio" es un síntoma de curiosidad, inquietud intelectual e inteligencia.
¿Qué puede aportar una asignatura como Filosofía a un alumno de Bachillerato? Ni más ni menos que comprender cómo funciona el pensamiento. Descubrir cuáles han sido las respuestas que mentes muy ilustres ofrecieron a preguntas como qué es la verdad, cómo se alcanza el conocimiento o por qué patrones debe regirse la ética de un hombre. Seguramente, como nos pasó a nosotros - pues venimos de un tiempo en que la Filosofía era obligatoria; luego se quitó, y eso da qué pensar - los estudiantes estarán de acuerdo con unos, en desacuerdo con otros y encontrarán enfoques que nunca se habían parado a pensar. Y eso es bueno, muy bueno. Es de lo que se alimenta una mente crítica, madura y saludable. Hacerse preguntas y discutir respuestas es la esencia de la Filosofía, cuyo nombre, al fin y al cabo, significa "Amor a la sabiduría".
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