El circo es magia. Así de simple. El interior de la carpa de un circo es un mundo aparte, aislado del exterior, con sus propias dimensiones, y mientras te acomodas en tu asiento antes de la función, puedes sentir cómo te promete: "Todo es posible".
Hemos estado en la gala Saniclown, en el Circo Price, organizada para recaudar fondos para seguir ayudando a los chavales que se encuentran en hospitales. El motivo es ya de por sí bello, pero el espectáculo... el espectáculo va más allá.
La figura del maestro de pista, tan solemne, tan carismático, haciendo contraste con el payaso gracioso que le da la réplica. El otro payaso con su fingida torpeza con el que te ríes, y que luego demuestra ser un hábil equilibrista o malabarista y descubres entonces que te has estado riendo de tu propia torpeza... Los funambulistas, prestidigitadores... todos ellos haciendo cosas hermosas e imposibles. Y mientras tanto, tú, sentado y disfrutando de todo como un niño más, con la boca abierta, lanzando exclamaciones de asombro y carcajadas. ¿Necesitas más motivos, en serio?
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