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viernes, 10 de marzo de 2017

Historias de un profe IV

Suelen estar en boca de muchos, incluidos profesores, expresiones que podrían resumirse en dos palabras: "Vaya juventud". Algunos alumnos ponen a prueba nuestra paciencia día tras día: ya sea con comportamientos impropios de una clase o con una pasividad que desaprovecha su potencial, ellos son auténticos desafíos a nuestra labor docente.

Cuántas veces hemos castigado y premiado, tenido charlas en el papel de "poli malo" y en el de "poli bueno", probado con mil recursos, y - cuando se nos acababan los recursos - con mil y uno más. En ocasiones, la falta de respuesta por parte de estos alumnos puede resultar frustrante.

Pero hay veces (quizás menos de las que nos gustarían, pero las hay) en que uno de esos chavales responde. Entonces no tardan en aparecer los resultados de nuestro y de su trabajo. Porque en cuanto comprueba que el esfuerzo da sus frutos, y con un poco de refuerzo positivo por nuestra parte, él mismo empieza a sentirse mejor. Llevar buenas notas a casa, cambiar una relación tensa con la autoridad por otra de colaboración, enterarse en asignaturas que antes le costaban... todo ello se convierte en lo contrario de un círculo vicioso, en el que, si sabemos jugar bien nuestras cartas para que no haya pasos atrás, el alumno puede dar un giro de ciento ochenta grados en su carrera académica y su vida.

Estos casos suceden, y por lo tanto, pueden seguir sucediendo. Y cuando esto ocurre, la satisfacción que reportan es inmensa. Como docentes, tenemos el poder de propiciar estas "conversiones" y cambiar vidas para bien. No la desaprovechemos.




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