Durante el confinamiento, los que somos profesores nos hemos visto obligados a echar mano de las nuevas tecnologías y de cantidades enormes de improvisación y buena voluntad. Los alumnos, grata sorpresa, han reaccionado muy bien, mostrando una gran capacidad de adaptación, y al final, el balance de este final de curso tan atípico ha sido - por lo menos en nuestro caso - aceptable. Mejorable, sí, pero teniendo en cuenta las circunstancias, los medios de que disponían de los docentes y la caótica actuación desde arriba, la cosa ha salido bastante bien.
Ahora que las miradas están puestas en el comienzo del siguiente curso, los "entusiastas pedagogos de oficina" se alzan con un nuevo grito, que vendría a resumirse en que las nuevas tecnologías son la panacea, el futuro de la enseñanza. De repente, todo podrá solucionarse con aulas virtuales y videoconferencias.
No, señores. Están muy equivocados. La educación presencial es NECESARIA. En primer lugar, y no es lo más importante, los ordenadores, las buenas conexiones y todos esos recursos tan maravillosos no están disponibles para todos. Convertirlos en EL medio para impartir enseñanza es discriminar gravemente al sector de población que no puede permitírselo. Es enfilar el timón de la educación hacia el elitismo y la segregación. Cualquier educación digna de llamarse así debería huir de estas tendencias como la peste.
Y en segundo lugar, todos esos "teóricos de la educación" (que demuestran que solo saben lo que han leído, pero nunca lo han vivido) deberían recordar que el pilar básico de la Educación con mayúsculas es el factor humano. Las pantallas solo son herramientas. El profesor es una persona, es un guía, es una figura de referencia, alguien que contribuye a forjar los valores de sus alumnos, alguien que escucha sus problemas, que forma parte de su infancia o su adolescencia, alguien que hace reír en clase y también muestra autoridad, alguien que - hasta donde las ratios de aula lo permiten - ofrece un aprendizaje personalizado, conocedor de las circunstancias personales que atraviesa su alumno. Todo eso no puede lograrse a través de una pantalla. Pensar que todo son tablets, ordenadores y aulas virtuales es como plantear una película pensando solo en efectos especiales, es decir, solo se conseguirá un montón de espectacularidad huera.
Esta imagen con la que os dejamos es para nosotros el paradigma de la Educación: no importa los medios, no importan las circunstancias, profesor y alumnos se embarcan juntos, sin dejar a nadie atrás, en la fascinante - y humana - tarea de la Enseñanza.