Hoy, explicando en clase a los mayores de dónde salía la energía que desprendía nuestro sol, hemos sacado a colación un tema relacionado y que para muchos suena a ciencia ficción: la fusión fría.
La fusión es una forma de obtener energía a partir de la unión de dos núcleos atómicos. Es lo contrario a nuestra fisión de las centrales nucleares, y libera incluso aún más energía, con la notable diferencia de que no deja residuos radiactivos y el combustible es la sustancia más abundante y barata de todo el universo: el hidrógeno. Se produce en el sol por toneladas cada segundo, y sería la solución definitiva a cualquier crisis energética si no fuera por un pequeño problema, y es que no sabemos aún controlar y sacar provecho de la enorme cantidad de energía que se libera.
Creemos que es importante que nuestros alumnos conozcan estos temas, aunque hoy por hoy no tengan aplicación práctica en su mundo más inmediato. Todo lo que excite la curiosidad, estimule las preguntas y azuze a la imaginación para buscar ideas nuevas es de por sí útil. Bien podría ser que, sin que nosotros nos demos cuenta, estemos sembrando semillas de inquietud que se traduzcan en vocaciones y den frutos en un futuro no demasiado lejano. E incluso si no pasa más allá de una curiosidad contada durante la clase del lunes, es una pizca de cultura general que se llevan consigo. Pero lo más importante, y lo que nadie debería atreverse a discutir, es que nadie sabe si la ciencia ficción de hoy será la ciencia del futuro. Alguien o algo tuvo que originar el deseo de los hermanos Wright por volar, el interés de Graham Bell por las comunicaciones a distancia, la vocación química de Pasteur o el amor de Einstein hacia la física teórica. Y aunque las personas detrás de esos genios permanezcan en el anonimato ¿Hay alguien que se atreva a negar su papel en la historia?
Así que fusionémonos con la curiosidad de nuestros alumnos, con su asombro y su imaginación, que ningún trabajo en este sentido será en vano.
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