El mes de abril está dedicado en el calendario romano a la diosa Venus, cuyo nombre griego es Afrofita. Venus es la diosa del amor, la femineidad, y la belleza (el matrimonio y la maternidad quedaban bajo los auspicios de Juno, esposa de Júpiter). Según la mitología, Venus tuvo un origen peculiar, pues nació de la espuma del mar cuando Saturno, padre de Júpiter, le cortó los genitales a Urano, el Cielo, y estos cayeron al océano.
Como sucede con muchos de los dioses grecolatinos, el comportamiento de Venus no siempre fue ejemplar. Por ejemplo, se casó con Vulcano, el dios herrero, cojo y jorobado, mientras amaba en secreto a Marte, el dios guerrero. Cuando Vulcano los sorprendió cometiendo infidelidad, atrapó a los dos amantes en una red irrompible y los paseó para su vergüenza por todo el Olimpo.
Sin embargo, no siempre actúa Venus como una diosa caprichosa y enamoradiza. Fue la madre y protectora de Eneas, uno de los héroes de la guerra de Troya, y uno de los pocos que consiguió escapar a la destrucción de la ciudad (Eneas y su hijo Ascanio eran troyanos, y por lo tanto, del bando perdedor). Venus guió a Eneas en un largo viaje (narrado en la Eneida, de Virgilio) que acabó cuando desembarcaron en las costas de Itálica. Por ello, se considera a Eneas uno de los primeros padres de Roma (aunque los fundadores de la ciudad fueran posteriormente Rómulo y Remo), y por asociación, Venus tuvo un lugar destacado en el panteón romano. César le levantó un templo bajo la invocación de Venus Madre.
Las palomas eran sus aves sagradas, las cuales tiraban de su carro. Sus plantas eran la rosa y el mirto.
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