El otro día escuchamos de refilón una conversación en el gimnasio, en el que un hombre le comentaba a su compañero: "Salió en el programa de Iker Jiménez que era raro que este coronavirus fuera tan virulento, que algo tenía que haber detrás". Pues bien, en esta simple frase hay tres errores, a cual más grave.
El primero es que a alguien se le haya ocurrido poner a cargo de un informativo sobre una pandemia a un señor que semanalmente habla sobre conspiraciones, psicofonías, fotografías de energías del más allá y abducciones extraterrestres. El rostro del programa más dedicado a las pseudociencias que existe ahora mismo en pantalla - incluyendo los de de llamadas telefónicas a pitonisas para lecturas de tarot - se encarga de dar a la población información sobre un escenario epidemiológico. ¿Será que no hay personas más cualificadas para ofrecer información rigurosa? ¿O es que en este país solo creemos a los famosetes de medio pelo, valorando más la popularidad que la preparación? Sinceramente, es una situación sin pies ni cabeza.
El segundo fallo es de cultura general. Vamos a ver, señores ¿qué hay de raro en que un virus o una enfermedad sean particularmente agresivos o contagiosos? También lo ha sido en su momento la peste negra. Estamos frente a un coronavirus que es nuevo para la humanidad, y por lo tanto la población no tiene experiencia enfrentándose a él, ni social ni biológica. Por no hablar de que el covid-19 se mostraría menos contagioso si más personas cumplieran con su responsabilidad personal.
Y el tercer error - fruto tanto de las parrafadas conspiranoicas de los pseudoperiodistas como de ese gusto por las historias tremendistas tan propio de nuestra cultura - es estar convencido de que detrás de todo esto hay algún tipo de conspiración. No es tan raro que un coronavirus haya saltado de un animal a una persona. Preguntad a cualquier epidemiólogo y os dirá que hay muchos coronavirus - no tan agresivos - que pueden ser compartidos, por ejemplo, entre perros y humanos. Como dijimos en otra entrada, no es que neguemos de plano la posibilidad de otro escenario, sino que es lógicamente imposible estar convencido de una postura para la que no se tienen pruebas, y las que se esgrimen no son falsables.
Pero quizás haya un cuarto error, y es que nosotros como sociedad prestemos oídos a ese circo mediático sensacionalista. Si tuviésemos sentido crítico, dejaríamos a todos esos charlatanes clamando en el desierto, mientras buscamos información de fuentes fiables, nos concentramos en cumplir con las medidas de seguridad, nos protegemos y protegemos a los nuestros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario