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domingo, 6 de septiembre de 2015

Leyendas de todo el mundo




 
Pan fue uno de los dioses con peor estrella de la Mitología griega. Lo primero que oyó al nacer fueron los gritos de horror de su madre Driope al ver la criatura que había salido de su vientre: un ser mitad humano, mitad cabra. Lo rechazó, y Hermes, envolviéndolo en pieles de liebre, lo subió al Olimpo para que el resto de los dioses se riesen y divirtiesen a su costa (una muestra más de que no todos los dioses deben servir de ejemplo para el comportamiento de los mortales).

Cuando tuvo edad suficiente, Pan se marchó para vivir en los montes, entre la maleza y las bestias, lejos de cualquier otro dios. De hecho, al contrario que los grandes como Apolo, Ares o Atenea, no tomó parte en ninguna guerra ni apoyó a ningún héroe. En sus bosques de Arcadia, Pan solo se interesaba por las plantas, los animales y los pastores y cazadores que entraran en sus dominios.

Y las ninfas, claro. A pesar de su aspecto tosco, Pan fue un gran seductor, y los mitos hablan de sus muchas aventuras amorosas. Pero no tuvo tanta suerte con la ninfa Siringa, que rechazó sus atenciones, y para huir de él se transformó mágicamente en un cañaveral. Pan, no sabemos si consciente o no de lo que hacía, cortó varias cañas y las usó para fabricar la primera "flauta de Pan", también llamada siringa en honor de la desventurada ninfa. Curiosamente, Hermes se fijó en el invento del caprino dios, le dio el chivatazo a Apolo, y este le copió la idea y la hizo pasar como suya ¡vaya con los dioses olímpicos!

Por cierto, la palabra "pánico"  deriva del nombre del dios Pan, pues parece ser que esta era la reacción que experimentaban los hombres cuando se topaban con el dios de los montes y las bestias.





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