Todavía estamos frotándonos los ojos tras escuchar de pasada esta noticia. En la Comunidad de Madrid se quiere implantar un bachillerato al que tengan acceso los alumnos con las mejores calificaciones. DE PIEDRA nos hemos quedado...
En el instante siguiente a escucharlo asaltaron en nuestras cabezas muchas ideas al respecto. Y todo esto dicho desde nuestra vivencia personal de haber sacado de las mejores notas en el instituto en la época en la que estudiamos nosotros.
La primera pregunta es evidente: ¿esto es educar realmente y con garantías? La visión que nos evoca es la de un cásting de concurso en el que solo pasarán a la siguiente fase aquellos que logren alcanzar una nota de corte determinada.
Nuestra opinión es clara: cualquier segregación perjudica seriamente la educación desde el principio integrador de la misma. No se debe hacer distinciones en un aula y separar alumnos, se debe formar mejor al profesorado para acometer con suficiente seguridad el éxito de una clase. Es decir, en un aula donde el nivel de conocimientos no es homogéneo, el profesor tiene que atender esa diversidad con los recursos necesarios para que cualquier chaval (mejor o peor preparado) evolucione positivamente.
Conocemos unos cuantos casos de alumnos que algunos de sus profesores no apostaban por ellos para terminar ni siquiera la ESO y mucho menos alcanzar el bachillerato, y solo bastaba con motivarles y ayudarles a resolver sus conflictos generacionales para que llegaran lejos. Sin apartarnos demasiado de nuestro ambiente, algunos de los "notas" de nuestra clase de BUP han conseguido terminar la universidad y con tesis de doctorado. Si alguno de ellos hubiera decidido abandonar el barco tan solo porque le dijeron que no valía para acabar una carrera ahora estaría en cualquier sitio menos ése. Con esto se demuestra que lo más importante es hacer frente a un objetivo y luchar hasta el final por alcanzarlo. A los chavales muchas veces lo que les hace falta es un buen guía que les reconduzca hacia aquello que quieren ser. Y no todos tienen que ir a la universidad para alcanzar ese objetivo, si quieren dedicarse a otras cosas también es igual de válido y positivo para ellos. En el mundo no solo tiene que haber universitarios.
Nos planteamos también si esto se llevará a cabo tanto en la educación pública como en la privada o concertada. La educación pública está siendo relegada a un segundo plano meramente circunstancial. Las mejores prestaciones parece que van a ir a fondos privados, y esto no nos gusta. Hacer un bachillerato de excelencia en la educación privada tiene poco sentido, salvo que aquel alumno o alumna que demuestre que su futuro mira más alto será bien reconducido para que así pueda darse. Pero es que en la educación pública deja de tener cualquier atisbo ético y es totalmente amoral.
Otra pregunta que nos asalta es ¿y la educación desde la igualdad, la educación desde los valores y alejada de la competitividad? Con este bachillerato de excelencia lo único que se fomenta es alcanzar una nota determinada. Si llegas a un 7,9 eres mejor que si tienes un 7,2, por ejemplo. En nuestra dilatada experiencia con chavales dándoles clase hemos visto como en determinados colegios lo único que se valora es una nota a la que agarrarse. En estos ambientes la competitividad está más que confirmada. Llegaremos a tener pues niños con notas infladas que hayan tenido que engullir libros tras atracones de vanas horas largas de estudio, tras las cuales todo lo aprendido será reseteado. Lejos de hacer pequeños grandes pensadores bajo una mirada crítica que les haga enfrentarse al mundo con el horizonte hacia su propio futuro, crearemos entonces unos niños agobiados por ser el espejismo donde ver el reflejo de una gran nota. Porque a más nota mejor persona y profesional.
Entonces nos planteamos, ¿existe una educación para el éxito?
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