Si solo nos quedásemos con el título que nos sugiere esta entrada, sin duda casi todos pensaríamos en un camaleón que se mimetiza con una hoja de menta y así pasa desapercibido.
Narciso Ibáñez Menta, nuestro camaleón, conseguía llamar poderosamente la atención y destacar por su capacidad de convertir el disfraz y la caracterización en un arte, donde la piel del personaje transpiraba desde el interior de este gran actor, y entonces todo olía a menta.
¿Qué quieres que sea hoy? Hoy me calzo bien la joroba y soy el jorobado de Notre Dame, o persigo hombres-lobo porque la bestia debe morir, o soy un hombre totalmente atormentado por un televisor, o me transformo en un Drácula romántico que se desliza entre las sombras... tantas cosas puedo ser...
Hay mucha gente que piensa que ponerse un disfraz es hacer el ridículo y jugar a ser algo que no eres. En realidad es un ejercicio completo de imaginación, de intentar llegar más allá y empaparse de un personaje afín o no a tu personalidad. En ese difícil arte del disfraz puedes descubrir nuevas facetas y conocer mejor otras formas de ser.
A veces el público se ríe, otras siente un miedo cerval, pero siempre detrás del disfraz puedes ser capaz de ver la realidad con otros ojos y desde entonces ya nada es igual. Cambiar la vestiMENTA y ponerse sentiMENTAl, gracias al señor Don Narciso Ibáñez Menta era una práctica audaz, fue todo un profesional. Descanse en paz.
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